jueves, 27 de marzo de 2014

Historia 4

De imbéciles está el mundo lleno



Nunca llegaré a comprender al ser humano...
Somos una raza egoísta, manipuladora, egocéntrica, materialista y pocas veces encuentras a gente honrada.
Triste, pero cierto de todos modos.
Sí, no me miréis como si lo que estuviera diciendo no fuera con vosotros, porque TODO ser humano tenemos algo de todas esas características desagrables que nos hacen odiarnos unos a otros.
Para mí, sin dudarlo, lo peor es la prepotencia y la soberbia de algunos engendros. A esos no puedo ni llamarlos personas, porque para mí, personalmente, son menos que una cucaracha pisoteada en el suelo.

El afán de algunos por creerse superiores llega a límites inalcazables para las mentes más mediocres.
Odio a la gente que lo quiere todo porque dice ser el mejor del mundo, y resulta que no es más que una mierda pinchada en un palo (hablando claro).
No se puede llegar a un sitio, con un halo imaginario de Dios todopoderoso, exigiendo a alguien que crees que es inferior a ti porque está ahí para servirte y debe limpiarte hasta la mierda que escondes bajo las uñas de los pies a lametones, espetando sin amabilidad alguna que te regale un lingote de oro cuando jamás has visto uno.
No, muy señores mío. Hoy en día nadie da gato por liebre. Dejemos de vivir en el país de las maravillas dónde hasta lo más inverosímil se convierte en real y pongamos un poco de realismo en nuestras vidas y comprendamos que de sueños no se vive y que si quieres algo debes ganártelo con sudor y sangre. Ya sea ese algo un lingote de oro, una cebolla o un preservativo usado.
Dejen atrás la prepotencia porque así lo único que conseguirán es que alguien os dé una hostia que os haga girar la cabeza cual niña del Exorcista y lloraréis sin entender el por qué os han girado la cara.
El ser humano es tonto, pero tampoco demasiado. Todos tenemos un límite y el mío esta a punto de ser sobrepasado por culpa de personas con ese odioso defecto.

Nadie es menos que nadie. Respeta a los demás si quieres que te respeten, porque aunque se dice que nunca hay que rebajarse al nivel de los demás, mostrar indiferencia no es algo que nos salga con facilidad. Yo soy de las que saco las garras de Arpía, araño, muerdo y enveneno con mis afilados dientes y mi lengua a todo aquel que ose intentar hacer que me sienta inferior. No lo soy, ni mucho menos. Soy como soy, una Arpía fuerte y decidida que lucha sin descanso por alcanzar sus metas. Así que, señores prepotentes, no vengáis a tocarme las pestañas porque os lanzo por los aires en un plis plás.

Hala, ya me he desahogado.



FDO. La Arpía

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